miércoles, 16 de febrero de 2011

No hay casualidades en las personas

Sé que puede sonar extraño el título y por eso quiero aclarar que este asunto tiene que ver con el tema del otro día en el que abría el debate de la naturaleza innata del ser humano: ¿es bueno o malo?

En lo que a mis experiencias personales se refiere, siempre que obtienes una posición de responsabilidad en el que sucedes en el cargo a otra persona o estás bajo la supervisión de alguien, en el caso de conseguir resultados positivos de manera inmediata nunca se reciben a cambio los alagos o reconocimientos que corresponderían.

Por ejemplo, si llegas a un trabajo nuevo en el que ocupas el cargo de una persona que ha sido recolocada y resulta que en poco tiempo consigues buenos resultados, jamás verás a esa persona reconocer públicamente que has hecho un buen trabajo porque piensa que eso implicaría reconocer que eres "mejor"; muchos pensarán que tampoco es algo tan grave, y coincido con ellos, pero da la casualidad que a dicha persona le faltará tiempo para "echarte a los leones" en la primera ocasión en la que se den las circunstancias adecuadas (un día que llegues tarde a una reunión, un diminuto fallo en un presupuesto...)

Por este motivo considero que las personas no terminan de ser "buenas" por naturaleza puesto que a la mayoría le cuesta reconocer abiertamente que otra persona está haciendo un buen trabajo pero por contra apenas le requiere ningún esfuerzo el poner trabas a la competencia.

Una situación reciente y real que conozco de primera mano se puede describir en la siguiente historia (hay elementos ficticios para no descubrir la "liebre", aunque el que sea listo sabrá leer entre líneas):

"Existe un club de rugby (por poner un deporte cualquiera) que consta de tres equipos: escuela (hasta los 14 años), juvenil (hasta los 19) y senior.
Hasta la temporada pasada los dos primeros estaban dirigidos por un entrenador que no estaba consiguiendo resultados, no tanto por los títulos o victorias, sino por la metodología de enseñanza en edades tan tempranas; el equipo senior lo dirigía otro entrenador.
Resulta que esta temporada deciden que el primero de ellos deje la dirección de la escuela para ejercer de ayudante en el senior, mientras que la escuela es asignada a una nueva entrenadora.
Por cuestiones de la alineación de los planetas, en pocas semanas dicha entrenadora consigue una mejora abismal en el ánimo de los jugadores y en la evolución de sus capacidades, lo cual genera además que los padres de dichos jugadores también se encuentren más contentos con la trayectoria del equipo y con la labor de la entrenadora.

A la vista de los resultados, el antiguo entrenador de la escuela no sólo no reconoce la buena labor de su sucesora sino que constantemente muestra un "extraño" interés por aquellos partidos en los que su antiguo equipo gana con apuros ("uff, que mal lo pasásteis el sábado ¿eh?") y desmerece aquellos en los que ganan cómodamente ("buah! a ese equipo le gané el año pasado de paliza").

Pero es que además no se queda ahí el asunto ya que en cada ocasión que se le presenta a dicho entrenador, no pierde ni medio segundo en ponerle la zancadilla a su compañera; por ejemplo, si un día dicha entrenadora invita a jugar a un niño que no es del club para que pruebe... al día siguiente el director técnico le llama la atención a la entrenadora porque eso no está permitido (curiosamente, al entrenador del juvenil se le "escapó" en una conversación que había visto un niño que no era del club)."


A la vista de esta historia, que cualquiera puede aplicar a su vida cotidiana, puedo confirmar que en lo que a las personas se refiere no existe ningún tipo de casualidades; es decir, si una persona está de por medio, siempre existe intencionalidad para que ocurra algo.
Donde quiero llegar es que casi siempre, de manera consciente o involuntaria, las personas tendemos a actuar de modo que seamos nosotros mismos los que en una determinada historia o situación, seamos los mayores beneficiados; no digo que perjudiquemos al resto, sino que nosotros seamos los que al final quedemos en lo alto de la "clasificación".

Ahora bien, no niego que yo mismo haya actuado de este modo en alguna ocasión para conseguir un mejor resultado en alguna actividad, pero se ha reducido a algo esporádico y puntual (por ejemplo, ganar una carrera de chapas cuando tenía 8 años...).

Y como dije antes, el que sea un poco listo entenderá que cuando afirmo que todos hemos actuado alguna vez de esta manera, me refiero a que este modo de actuar es "lógico" cuando uno tiene 7 años y quiere ganar el partido de fútbol del recreo del comedor a los de la otra clase (partidos míticos entre A y B), pero si uno llega a una edad adulta y madura manteniendo este tipo de comportamientos... sólo se puede decir que su vida es muy triste, ruin y patética.

Aviso a navegantes: para todos aquellos que actúan de este modo "carroñero" de envidia hacia los demás y triquiñuelas para desprestigiarles, decirles que con el paso del tiempo el resultado que obtengan será desastroso para ellos de manera directamente proporcional a los esfuerzos que hayan hecho por destruir a los que les rodean.

No hay comentarios:

Publicar un comentario