domingo, 15 de noviembre de 2009

No ha estado mal

Bueno, ya ha comenzado la temporada y el estreno ha estado bien, no perfecto ni muy bien porque se me escaparon detalles, pero creo que en general la experiencia fue buena.

El caso es que este sábado arbitré mis primeros partidos oficiales y hubo un poco de todo: desde un partido de categoría alevín jugado en campo grande hasta un equipo sin entrenador que fue dirijido por un padre.
Bien es cierto que se me escaparon ciertos detalles como que los jugadores no llevaran pulseras, collares, pendientes... pero el primer partido acabó con retraso y en el segundo iba con la lengua fuera para rellenar el acta, a pesar de lo cual también comenzó con 15 minutos de retraso.

Entiendo que muchas de mis decisiones pudiesen ser erróneas, pero tengo menos de un segundo para decidir si una acción es pasos o no, si un contacto es falta o no, si un balón ha botado fuera o no... al tiempo que tengo que atender a las protestas de los entrenadores con los gritos de los padres de fondo. Por cierto, si a estas edades y en deportes de este nivel no se fían de las personas que se encargan de anotar los puntos y por eso es necesario que rodeen la mesa para comprobar que no se le escapa ni una, es mejor que se vayan al bar y esperen a que su hijo finalice el partido.

Por cierto, para todos aquellos padres "expertos" en la materia obsesionados con el campo atrás sólo les diré tres palabras: control del balón. Si algo he aprendido de estar 2 años acompañando a mi hermana a sus partidos es que los árbitros tienen flojera al pitar el campo atrás, a lo que ella siempre alegaba (con razón) que su jugadora no tenía el control del balón al pasar a su pista trasera.

Por último decir, sin ánimo de venirme arriba, que al finalizar uno de los partidos ocurrió algo que jamás hubiese pensado me pudiera ocurrir: un padre de una jugadora, más en concreto del equipo que acababa de perder, se acercó al finalizar el partido y me dijo que había pitado bastante bien, con seguridad y decisión. Este comentario seguro que me servirá de aliciente para continuar arbitrando el día que un padre se me acerce al finalizar el partido y a grito pelado me "comente" todos los fallos, según su punto de vista, que había cometido; sinceramente espero que ese día nunca llegue.

martes, 10 de noviembre de 2009

Hay demasiados pesados en el mundo

Tras más de un mes de silencio por diversos motivos que me han mantenido demasiado ocupado, aquí vuelvo con un tema de vital importancia.
El caso que voy a relatar seguro que mucha gente que a menudo utiliza el metro lo ha sufrido en numerosas ocasiones, porque seamos sinceros, el metro está lleno de gente pesada e ignorante a más no poder; pero no quiero que se entienda por el lado de la polémica esta afirmación: la ignorancia a la que me refiero está por todas partes, pero en el metro, transporte que yo utilizo, es donde más lo veo.

¿Qué sucede cuando el tren llega a una estación y vemos que una persona ya está en la puerta? ¿Qué pensamos que va a hacer? Efectivamente, lleva 2 minutos apretando el pulsador que abre la puerta, muchas veces incluso antes de que el tren haya entrado en la estación.
Vamos a ver si entendemos una cosa, pequeños melones: hace años algunas líneas de metro incorporaron vagones que tenían un botón en un lado de la puerta o una palanca en el centro de la misma con el fin de que sólo fueran abiertas las puertas por las que fueran a entrar o salir gente. Y da igual cuándo empieces a apretar el botón, hasta que el tren no se detiene la puerta no se va a abrir.
Fue entonces cuando llegaron los vagones más modernos con un botón rodeado por lucecitas amarillas que se encendían en el momento en que podías apretar el botón para abrir la puerta, ya que si lo apretabas con las luces apagadas ¡¡OH SORPRESA!!, la puerta no se abre.

He aquí el sufrimiento que hay que aguantar: el tren llega a una estación, me sitúo en la puerta y espero a que se enciendan las luces; por algún motivo el tren está parado y las luces no están encendidas (quizá porque tenga que retroceder un poco hasta el lugar adecuado) y es en ese momento cuando una mano me rodea el cuerpo para apretar de manera compulsiva y frenética el botón. Claro que en alguna de las miles de pulsaciones da la casualidad que las luces se encienden y la puerta se abre, produciéndose entonces la paradoja máxima: el personaje en cuestión suelta un resoplido a modo de "Menudo pardillo, no sabe abrir una puerta; si no es por mí estamos aquí hasta año nuevo".
Aunque también está la situación de las estaciones de doble andén, es decir, el vagón abre las puertas de ambos lados; baste decir que muchas veces se abre un lado antes que el otro con el fin de permitir que la mayoría de viajeros que salen por un lado evacúen antes de que entre la mayoría de viajeros por el otro. Pero esto también produce nerviosismo en estos personajes ya que si están esperando en una puerta y ven que se abre la contraria, empiezan a pulsar el botón de manera irracional a modo de "madre mía, no se abre la puerta de mi lado; me voy a quedar encerrado para siempre en este tren".

Sólo decir a esta gente que yo entiendo su grado de estupidez e ignorancia, es más, comprendo que en el mundo tiene que haber de todo pero por favor, resoplidos los justos ya que no vaya a ser que con tanto soltar aire se vaya a escapar la neurona buena que les queda.