jueves, 21 de abril de 2011
A cada uno lo suyo
Ayer asistimos (y lo pongo en plural porque muchos "anti-fútbol" también lo vieron) a uno de los mejores partidos de fútbol que recuerdo en mucho tiempo: la final de la Copa del Rey 2010-2011 entre FC Barcelona y Real Madrid.
Francamente me encantó la intensidad de ambos equipos y la calidad de sus jugadores, así como las tácticas colectivas diseñadas por cada entrenador: toque y movimiento en el bando culé, defensa compacta y rápidos ataques del lado merengue.
Si uno recapacita acerca de la situación actual del fútbol, es muy difícil encontrar un partido de proporciones mejores que el vivido en la noche de ayer: ni un Milan-Inter (muy a mi pesar), ni un Manchester United-Chelsea, ni un Boca-River... ni siquiera un partido que enfrentase a nuestra selección con otra cualquiera.
En muchas ocasiones los partidos tienen "fases": de imprecisiones, de fallos, de ataques constantes de un equipo, de bajones físicos... pero ayer todo el partido se disputó en la misma franja del fútbol de calidad suprema.
Como ya dejé claro en anteriores artículos, mi simpatía por ambos equipos es escasa pero sí reconozco (y todo el mundo debería hacerlo) el nivel superior que poseen ambos conjuntos a día de hoy.
Y aunque suene algo pesimista decirlo después de tanto halago, hubo cosas que no me gustaron del comentado encuentro: las constantes broncas que se montaban cada dos por tres durante los primeros 15 minutos; los aspavientos y muestras exageradas de dolor que mostraban los jugadores (de ambos equipos) en cuanto notaban la presencia de un rival cerca con la intención de forzar amonestaciones; y por supuesto, la "locura habitual" de Pepe que le llevó a celebrar el gol haciendo cortes de manga a la grada y que le pudo costar una merecida expulsión que podría haber cambiado el sino de la final.
A este respecto quiero decir que en su día, cuando Pepe fue sancionado con varios partidos por haber "pateado" a un jugador del Getafe, pensé que sólo había sido un momento de rabia y descontrol que cualquiera puede tener; pero ya se convierte en rutina el ver a Pepe perder los papeles en los partidos y soltar patadas a diestro y siniestro.
Y en relación a los "teatreros", ya me empiezo a cansar de ver a S. Busquets metido en todos los jaleos cuando se trata de simular faltas, pedir tarjetas para el rival y lo que es peor, cuando él hace unas entradas que riéte tú de las patadas de Bruce Lee (que se lo digan ayer a Xabi Alonso).
Ya me estoy pensando seguir viendo a la selección masculina de baloncesto con los "muñecos locos" (por lo que se descomponen cuando les tocan) de Ricky Rubio, Navarro y Rudy Fernández, como para encima tener elementos de estos en la de fútbol.
domingo, 17 de abril de 2011
Caminos distintos
¡Pues no! Y que quede una cosa clara: no lo digo porque esté en contra de las vacaciones (ni mucho menos) ni porque sea un adicto al trabajo (faltaría más).
La razón es sencilla: vivo a las afueras de Madrid.
¿Qué quiere decir esto?
Que cuando hay vacaciones (Navidad, puentes varios, Semana Santa) tengo que soportar a miles (quizá millones) de domingueros que salen con sus coches y colapsan las carreteras que, en mi caso, pasan por mi ciudad.
Si a esto le añadimos el siguiente nivel de tontuna (es decir, el dominguero evolucionado) nos encontramos con el típico listillo que va por donde quiere, no respeta las señales y se cree el rey del mambo puesto que es de "Madrí" y el resto somos unos catetos, y si quiere meterse por la vía de servicio o atravesar una zona residencial a 90 km/h, pues lo hace y punto, que para eso va a "comer a la sierra".
Desde hace muchos años que se viven estas situaciones de colapso total de las carreteras, he desarrollado la teoría (quizá por la cantidad de horas perdidas en los atascos) de desdoblar la carreteras: una zona para residentes, otra zona de ámbito laboral y una última zona de ocio.
Todo se reduciría a tarjetas similares a las de crédito donde quedaran registradas las características del portador de la misma y de este modo se controlara el acceso a cada una de las zonas, aunque a nadie se le escapa que las falsificaciones y los listillos estarían a la orden del día (si no que se lo digan a los que han "cazado" en el Bus-Vao yendo sólos en el coche).
Sé que suena a tontería monumental pero es que es frustrante salir de clase un día cualquiera y ver cómo el camino a casa está totalmente colapsado de coches porque el fin de semana pasada nevó "en la sierra" y este viernes han dicho en la tele que va a hacer un solo espléndido "en la sierra".
Y si a alguien le resulta difícil ponerse en mi situación, que piense que un día llega a casa y resulta que las escaleras de su edificio están llenas de gente porque la vecina del 9ºA está regalando bizcochos; ¿a que te gustaría tener un ascensor "sólo para residentes"?
viernes, 1 de abril de 2011
¿Son útiles las estadísticas deportivas?
Por ejemplo, en los partidos de fútbol aparecen estadísticas como la longitud recorrida por un jugador o el porcentaje de acierto en los pases, así como el número de tarjetas amarillas que recibe un determinado equipo en cada partido llegando a concretar dicho número para un adversario específico o un árbitro determinado.
Otro ejemplo claro de estadísticas deportivas es el tenis, donde constantemente aparecen los puntos ganados de revés, la efectividad en el saque o los errores no forzados, entre otras cosas. Y así podríamos enumerar casi todos los deportes del mundo (a excepción de los acuáticos, el atletismo, las artes marciales... donde resulta difícil encontrar estadísticas al margen de los tiempos personales o victorias de cada deportista) desde el balonmano al hockey sobre hielo pasando por otros como el fútbol americano o el voleibol.
Pero un deporte por excelencia en materia de realizar estadísticas es el baloncesto, donde se puede cuantificar casi cualquier acción dentro de un partido; a los más típicos conceptos como puntos, rebotes, asistencia, porcentaje de tiros y demás, se podrían añadir múltiples variables combinatorias. Es decir, al final de un partido se puede medir la "valoración" de un jugador sumando los aspectos positivos (puntos, rebotes, asistencias, faltas recibidas...) y restando los negativos (balones perdidos, tapones recibidos, tiros fallados...), lo cual puede ser un indicativo más o menos fiable del rendimiento de un jugador.
¿Dónde quedan entonces la defensa, la dirección del equipo, la creación de espacios y otros intangibles que se quedan en el anonimato? Una manera que creo que podría solventar este vacío la adopté del hockey sobre hielo americano, donde aparece una nueva categoría denominada "+/-"; el funcionamiento es sencillo: cuando nuestro equipo mete un gol, los jugadores que están sobre el campo reciben un +1 mientras que si encajamos un gol, aquellos que estaban jugando en ese momento reciben un -1.
Algo similar se podría aplicar al baloncesto (o balonmano, hockey patines, hockey hierba, etc) para determinar aquellos jugadores con los que el equipo tuvo una dinámica positiva, al margen de la valoración que consiguiera cada uno de ellos; por ejemplo, un jugador puede hacer una valoración de +2 y tener un +15 en la categoría de +/- y un compañero puede tener un +18 en valoración personal pero un -6 en el otro apartado.
Y si uno quiere afinar más se puede recurrir a la combinación de valoración y +/- por cada minuto jugado, puesto que un jugador puede promediar +14 de valoración por partido jugador pero un +1,3 por minuto disputado, mientras que otro jugador que no cuenta con muchos minutos puede tener una valoración global de +4 en cada partido disputado y un +2,5 por minuto.
¿Todos estos números para qué? ¿Por qué hago esta pregunta? Sencillo: la mayoría de entrenadores no son muy afines a las estadísticas puesto que piensan que el concepto global del juego se ve reducido a algo "simple" restándole atractivo al deporte. En mi opinión es comprensible esta postura si un entrenador basa todas sus acciones y decisiones en una simple hoja de cálculo, pero también se pueden sacar ayudas muy valiosas.
¿No merece contar con más minutos el jugador que, a pesar de tener una valoración global inferior al resto, cuenta con una valoración por minuto jugado superior al resto? Podría ser que dicho jugador se caracterice por su explosividad y rinda mejor en períodos cortos de tiempo, pero también puede darse el caso de que dicho jugador esté pidiendo a gritos más peso dentro del equipo.
¿No habría que ver la afinidad y coordinación óptima que existe entre nuestros jugadores en función de los +/-? Es cierto que puede darse el caso que en un determinado partido y en un momento concreto del mismo haya un quinteto que funcione a la perfección, pero nada más; o también puede ser que determinados jugadores tengan un rendimiento mejor cuando forman parte de un equipo concreto.
Y si alguien quiere rizar el rizo, a las estadísticas anteriores se pueden añadir otras categorías donde para cada jugador se indique la valoración y el +/- en función de cada compañero; es decir, menganito promedia +2 de valoración y tiene un -3 cuando está en cancha con pepito, un +4 y un +7 con fulanito... y así para toda la plantilla (no es tan complicado puesto que las estadísticas de menganito con pepito son las mismas que las de pepito con menganito).
Pero a pesar de toda esta disertación a favor de las estadísticas "usadas con lógica" (que es mi postura, por si alguien no lo había pillado) al final siempre ocurre lo mismo: cada uno hará lo que quiera, desde cuadricular al equipo como simples autómatas hasta prohibir tirar a canasta a los "no buenos" del equipo.
Frase de un compañero de clase para reflexionar un rato (a raíz del asunto de la deuda de Islandia): *Si le debes 600.000€ al banco, tienes un problema. *Si le debes 600.000.000.000€ al banco, es el banco el que tiene el problema.