sábado, 26 de octubre de 2013

Orgulloso de mi hermana

A alguno puede parecerle extraño el título de esta entrada, o bien porque no suelo hablar de estas cosas en el blog, o bien porque se sobreentiende que uno siempre está orgullosos de su familia más cercana.

El caso es que el martes pasado la vida de mi hermana cambió para bien de una manera estratosférica ya que un equipo de la segunda división española de baloncesto (conocida como LF2) la ofreció unirse a su equipo, es decir, tras más de veinte jugando al baloncesto por fin conseguía aquello por lo que había estado luchando: jugar como profesional del baloncesto.

Aunque la definición legal de "profesional" creo que hace referencia a la obligatoriedad de cubrir las necesidades económicas con el sueldo percibido para poder ser considerado como tal, en estos casos hay que entender que la situación económica de los clubes españoles (y más aún en el deporte femeino) sólo permite tener a un par de jugadoras profesionales (normalmente americanas o europeas) y compensar al resto de la plantilla con pequeños sueldos que cubran sus desplazamientos y poco más.

El caso es que por cuestiones que se escapan a mi entender (considero que su actual club ha actuado de manera hipócrita, demagoga y sobre todo egoísta), no podrá incorporarse a la disciplina de su nuevo club hasta el lunes ya que en el acuerdo de traspaso se estipuló (por petición del actual club) que tenía que jugar el domingo con ellas, además de mantener en el más absoluto secretismo su futuro fichaje ya que, según su actual entrenador, esa circunstancia podría desestabilizar al equipo.

Sin entrar en muchos más detalles (en este artículo no daré nombres de jugadoras, entrenadores o clubes) acerca de cómo se ha gestionado el fichaje, diré que me ha parecido muy rastrero el comportamiento de su actual entrenador, el cual no ha perdido ninguna oportunidad en la que ha hablado con ella para dejar caer frases despectivas que ninguneaban la decisión que había tomado mi hermana al marcharse de su equipo, insinuando que no tenía la calidad para jugar en una decisión superior o que el equipo apenas notará su baja.

Volviendo al título de este artículo, he de decir que siempre he estado muy orgulloso de mi hermana porque ha sabido ganarse el respeto de todas las personas con las que ha convivido en el baloncesto (jugadoras, entrenadores, árbitros, directores técnicos) y allá donde fuésemos a ver un partido, allí que se paraba a hablar con un montón de personas que la conocían.
Por ese motivo no entiendo que la hayan tratado de menospreciar en su todavía actual club cuando el equipo de LF2 la fichó, ya que creo que no son conscientes (o todavía no lo son) de que en el futuro, casi todos los equipos de 1ª Nacional estarán encantados de que ella juegue en su equipo; sin ir más lejos, este verano eligió club donde jugar entre muchas opciones que tuvo sobre la mesa, hecho que al parecer se les ha olvidado muy rápido a su actual club.

Si siempre me he sentido orgulloso de ella (aunque tengo que reconocer que apenas he ido a verla jugar, más por sentirme incómodo con el ambiente de las gradas en los últimos años que por no querer ir), ¿por qué decirlo ahora públicamente?
La respuesta es sencilla: la maldad del ser humano.

Con este paso adelante que va a dar en su vida, muchas personas sentirán una envidia venenosa por lo que habrá conseguido, y al igual que lo dicho anteriormente, no dudarán lo más mínimo a la hora de menospreciar su fichaje (con frases como "es que ahora el baloncesto femenino está muy mal, así que tiran de lo que sea") o de alegrarse para sus adentros en cuanto no le vayan bien las cosas, ya sea porque juega poco o porque ha tenido un partido desafortunado.

Por ese motivo creo que es necesario que todas las personas que de verdad la apreciamos, en estos momentos difíciles en los que muchas personas (espero equivocarme y que al final sean pocas) estarán esperando con ansias verla caer, le demos ánimos para que si eso llegara a suceder, tenga las fuerzas necesarias para volverse a levantar.

Durante toda mi vida he sido una persona que ha preferido callarse antes que contestar algo que hiciera tensarse el ambiente, es decir, cuando una persona te cuenta "su" verdad (aquella que sólo se cree él) simplemente asiento y digo cosas como "claro, claro" o "se ha quedado buena tarde".
Por ejemplo, si una persona no quiere reconocer que el equipo senior femenino que ha formado su club está a años luz de lo que habían tenido los años anteriores, y en cambio te dice que es un proyecto de futuro, o si un padre te dice que su hija juega en tal equipo porque ha preferido no alejarse mucho de casa, cuando en realidad es porque ningún otro equipo la había llamado y además ese mismo equipo la aceptó en los últimos días porque no tenían más donde elegir, ¿qué les vas a decir?

Por eso estoy convencido de que en cuanto se comunique su fichaje a sus compañeras de equipo al finalizar el partido del domingo y la noticia corra como la pólvora por las redes sociales, habrá más de uno/a que esa noche va a retorcerse de lo lindo en la cama a causa de la envidia y la maldad que le recorrerán las venas.

Así que sólo me queda darle la enhorabuena a mi hermana por el magnífico logro que ha conseguido, desearle mucha suerte en su nueva etapa y darle muchos ánimos para que pueda lidiar con la presión y los malos augurios que le llegarán desde fuera.

martes, 8 de octubre de 2013

El fin de una etapa para olvidar

No tenía pensado hacer un nuevo artículo sobre el AC Milan hasta final de año para realizar el habitual análisis de la situación del equipo y los jugadores al final de la primera vuelta de campeonato, pero los últimos acontecimientos casi me han empujado a escribirlo antes de tiempo.

Desde el principio de esta temporada, y casi podría extenderlo al comienzo de la etapa de Allegri como entrenador de mi equipo, he insistido en la pobreza del juego desplegado, en la falta de "movilidad" del entrenador a la hora de rotar a los jugadores o al saber leer los momentos de los partidos para realizar las sustituciones o los cambios de sistemas, e incluso la mala gestión de la propia plantilla de una temporada a otra.

Pero también se produjeron dos situaciones que para mí eran nuevas con respecto a este club: la primera de ellas, las lesiones constantes, han sido un elemento perenne desde que llegó Allegri al banquillo rossonero, no pudiendo achacarle las lesiones de mayor gravedad (De Jong o Pazzini, por citar las más recientes) pero sí que puede atribuírsele a él o a su equipo técnico el hecho de tener siempre jugadores con problemas musculares que obligan a aumentar la plantilla hasta límites grotescos en las pretemporadas pero que luego se quedan en algo ridículo durante el año porque unos se lesionan más rápidamente de lo que tardan en recuperarse los anteriores, llegando a extremos tan surrealistas como el del pasado domingo cuando en el banquillo sólo había cinco jugadores de campo y dos porteros a pesar de contar con una plantilla de 29 jugadores.

Aunque esta circunstancia podría ser lo de menos si no fuese porque la segunda novedad en estos últimos años es mucho más preocupante: desde la llegada de Allegri, y unido a la salida paulatina de los jugadores más veteranos, el descontrol dentro del vestuario ha sido descomunal, lo que se ha traducido en actitudes que rozan (y a veces sobrepasan) la violencia dentro del campo y por consiguiente traen consigo expulsiones y duras sanciones.
Al principio era Ibrahimovic el que se ganaba de vez en cuando alguna que otra sanción de varios partidos, pero Balotelli lo ha superado con creces al ganarse una sanción de tres partidos por amenazar al árbitro cuando apenas llevamos siete jornadas de liga disputadas (al margen de la sanción similar que recibió el año pasado a pesar de disputar sólo cuatro meses de competición con el equipo), además de tener otro caso en Mexes que ha sido suspendido cuatro jornadas, tres por agredir a un rival (acción juzgada a posteriori por el comité) y una por haber sido expulsado en otra acción.

En las tres temporada anteriores el AC Milan recibió nueve expulsiones por doble amarilla y otras nueve por roja directa (llevándose la palma la temporada pasada con ocho en total, cuatro de cada), habiendo recibido ya en lo que va de ésta dos expulsiones por doble amarilla, pero ambas con sanción disciplinar de tres partidos cada una.
En resumen, desde la salida de Ancelotti del Milan y el comienzo de la remodelación del equipo (la cual no apareció hasta hace un par de años), el equipo lombardo ha sido una casa de locos (en la temporada anterior a la llegada de Allegri el Milan recibió ocho expulsiones bajo el mandato de Leonardo, otro entrenador bastante flojito disciplinarmente) y eso ha repercutido en la anarquía total dentro del terreno de juego, no sólo a la hora de jugar sino a la hora de generar constantes problemas con los rivales que han derivado en expulsiones y sanciones.

Y para colmo de males, gracias a los ultras del Milan, que el domingo gritaron cánticos despectivos de índole territorial (en Italia ha existido siempre un cierto odio Norte-Sur) contra el Nápoles durante el partido contra la Juventus, el próximo partido en San Siro se jugará a puerta cerrada si no prospera el recurso interpuesto por el club para evitarlo.
En los últimos veinte años aproximadamente que soy hincha de este club nunca había vivido una situación tan desesperante y patética como esta, en la que los jugadores parecen mafiosos dentro del campo mientras los ultras consiguen que el gran templo rossonero sea clausurado.

Por todos estos motivos considero que la etapa de Allegri debe finalizar lo antes posible (el equipo está 12º en la liga a trece puntos de distancia del líder, a once de la zona Champions, a cinco de la zona europea y a otros cinco del descenso) porque en esta situación, a pesar de que creo que sólo puede ir a mejor porque a peor es imposible, no considero que sea este entrenador el elegido para moverla un ápice de su estado actual.