Hace apenas unos minutos el equipo nacional femenino de baloncesto acaba de proclamarse campeón de Europa... y mis sensaciones distan mucho de ser de alegría; lo cierto es que siento una especial simpatía por los triunfos en los deportes minoritarios de nuestras selecciones y más aún por las secciones femeninas en general, las cuales están más olvidadas si cabe.
Pero este triunfo se ha basado en gran parte en la nacionalización de una jugadora fuera de serie, Sancho Lyttle, más por motivos de interés deportivo que por sentimiento nacional; una cosa es el caso de Mirotic, que lleva desde pequeño en España, o el de Marcos Senna o Talant Dujshebaev que desarrollaron su carrera profesional en España y eran uno más dentro de la selección.
La diferencia principal radica en que si tienes uno o varios jugadores nacionalizados, pero son jugadores complementarios, al final el motivo de su nacionalización puede considerarse como algo secundario; pero en el caso de Sancho Lyttle se generan dos situaciones extremas: favoritas cuando ella participa, un equipo del montón cuando se sienta en el banquillo.
No pretendo entrar en absurdos debates sobre patriotismo y cosas parecidas, pero creo que la situación que se ha generado no es la ideal para transmitir el concepto de baloncesto de cantera y la idea de ir generando jugadores de calidad surgidos del baloncesto nacional; si nos centramos en el baloncesto, se puede ver que se ha vuelto a recurrir a la estrategia de captar jugadores africanos (principalmente a través de equipos canarios), y de otras nacionalidades en menor medida, desde muy jóvenes para que adopten la nacionalidad en las categorías inferiores y así cosechar triunfos año tras año... y cuando llegan a edad senior, como sólo se permite un nacionalizado por país, entonces regresan a su nacionalidad original como es el caso de Mirotic.
Tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012 expresé mi firme intención de no volver a presenciar ni seguir ninguna competición internacional por el hecho de la hipocresía con la que los deportistas representan a España sin sentirla como "su" país, y aunque he fallado en este propósito tanto en el Eurobasket femenino como en la Copa Confederaciones de fútbol, tengo que decir que el partido de esta madrugada entre Brasil y España será el último evento de selecciones que presenciaré porque creo que todo está desvirtuado y no me apetece ver un partido de fútbol sala con seis brasileños vistiendo la camiseta de España o, como ha ocurrido hace muy poco, asistir a un momento histórico del deporte español que se produce gracias a unas gestiones en los despachos que posibilitaron que una de las mejores pívot de la historia pudiese jugar con nuestro equipo nacional y sacarlo de su estatus de "equipo normalito" (¿hay que recordar que Suecia, séptima en este Eurobasket, nos ganó los dos partidos del último preeuropeo? Sancho estuvo en el segundo de ellos, pero había aterrizado la noche anterior y estaba para el arrastre; este dato lo dejo para el que quiera ver más allá de la medalla).